Con lo rápido que va todo y el tiempo que perdemos en empeñarnos en no ser nosotros mismos.
Ese miedo al fracaso es el que nos atenaza, el que nos frena, el que nos produce desesperanza y no deja que nos sintamos libres. Ese miedo a no saber seguir después del primer paso, a encontrarnos con aquello que no era lo esperado, a mirar de frente con la calma y serenidad de los años.
Pero que tontos somos ... Qué cobardía mas absurda ... Si nos diéramos cuenta de lo parecidos que somos los unos y los otros. Si fuéramos capaces de sentir sin cortapisas, de abrirnos a los demás y hablar, veríamos que nuestros miedos son los mismos, que las ganas de vivir se parecen mucho, que los caminos confluyen siempre. Tú lo ves verde con sonido de agua y piano. Yo lo veo naranja escuchando el viento y saxo. ¿Que diferencia hay? Todo y nada.
Tantas veces nos lamentamos de la vida que llevamos sin hacer nada al respecto. Y es que el secreto esta en dejarnos llevar por la vida. Dejar que sea ella la que nos lleve, sin diques, sin muros, sin barreras ... Sentir, eso que se nos olvida tan a menudo.
El tiempo pasa y lo perdemos muchas veces mirando hacia los lados, arriba y abajo, pero muy poco hacia dentro. Y ahí es donde están las respuestas, la intensidad de los momentos, la valentía, el querer, el poder. Ahí estamos nosotros mismos. Ahí es donde esta la magia que buscamos sin cesar.
Y como siempre, sonrío ...
