Es curioso, ya que se supone que según vamos cumpliendo años y acumulando vida, debemos de estar más seguros de nosotros mismos y afrontar las cosas con mayor madurez y experiencia. Así debería de ser, pero parece que no pasa siempre.
Lo peor de todo es que en ocasiones esas “luces rojas” no hemos sido nosotros quienes las hemos creado, sino precisamente esa vida que ha sido injusta tantas veces. O mejor dicho personas con las que nos hemos cruzado. Devolviéndonos un golpe donde nosotros habíamos dejado un abrazo, dejándonos fuera allí donde habíamos llegado con tanto esfuerzo. Recompensando la confianza con una traición. Haciendo que nos sintamos siempre perdedores a pesar de batallar como titanes.
No me gustan nada “mis luces rojas”. Me producen inseguridad, desconfianza, desasosiego, un miedo terrible a sentir que de nuevo, perdí. Y me da un coraje tremendo porque yo no era así. ¿Esto es madurar? Pues vaya mierda.
¡Quiero recuperar mi inmadurez! Y confiar y sentir sin ahogos y reírme hasta llorar y que me duela la barriga. Quiero mirar de frente y no estar pendiente de mi espalda. Quiero volver a ser yo y sentir que si, que por fin gané aquello que merecía desde hace tanto tiempo, desde siempre.
Voy a poner empeño en mandar a TPC a esas “luces rojas” que me caen tan mal, tanto como el corrector del Wasap que pone lo que quiere y sin mi permiso. No, que no quiero dejar de ser como he sido siempre, como aprendí de mi padre. Positiva, confiada, alegre y buena. ¡Que poco se lleva eso de ser bueno! Desde que nací me tocó estar en este lado y nada ni nadie me va a mover de él.
¿Seré para siempre una inmadura? Pues lo seré y el colmillo retorcido se lo dejo a otr@s. ¿Lloraré? Pues si, así tendré los lagrimales bien hidratados. ¿Me harán daño una y otra vez? Espero que no, joder. Y si es así, el karma será justo.
Las luces que sean de colores, de muchos colores. Y a vivir.