jueves, 20 de febrero de 2014

LA OSADÍA DE UN CULO PRIETO (Fantasías Sexuales-10)

Siempre me han atraído los hombres mayores que yo, pero el tiempo pasa y los gustos cambian. Antes me fijaba en las canas, en la intelectualidad del tipo en cuestión, en la seguridad de sus palabras, en la manera de caminar, en las manos; siempre en las manos y en como ese hombre me podría hacer sentir especial.

Con el tiempo, las canas empezaron a ser las mías, la seguridad era yo quien la transmitía, mis caderas comenzaron a relajarse y los tacones me dieron esa manera de moverlas sin pudor. Y sin darme cuenta era mi mirada la que hacía sentir especial al observado. Y es que mi ceja levantada disfrutaba con un culo bien prieto, unos brazos con un bíceps marcadito y un torso fibroso.

Como agradezco esa costumbre que tienen algunos jóvenes de salir a correr. Las prisas de la mañana me impidieron fijarme demasiado al principio. A las siete, cruzarte con un tío alto, moreno, paso firme, pantalón lo suficientemente ajustado y sudadera verde, hizo que al tercer día cuando saliera del portal mirara a un lado y a otro buscándole.

Apareció cuando metía la llave en el coche para abrir la puerta. Le miré sin reparo y él me miró con descaro. Me gustó esa manera de no retirar la vista, me gustó esa media sonrisa por que no sabía si ya la tenía o me echaba a mi. Y al sentarme y arrancar, escuché mi "mmm" mientras colocaba el espejo retrovisor, cosa que no hacía nunca.

El día siguiente era sábado, nunca antes me había dado tanta pena no ir a trabajar. Y llegó el lunes y me apresuré para bajar a la misma hora de siempre. Nunca venía por el mismo sitio y eso hacía que al abrir la puerta del portal la adrenalina ya se disparara. Nos encontramos de frente al doblar la esquina, esa sonrisa en su cara de nuevo y de nuevo ese descaro. Cuando llegué al trabajo no recordaba los semáforos por los que había pasado ni si había encontrado atasco. Durante el camino, imaginé como sería su voz, como sería tenerle frente a frente y en que momento podría poner su mano en mi cintura proponiéndome quedar con él un día.

Aquella mañana llamé para decir que me encontraba mal, que ni iría a la oficina. La casa era acogedora, me gustó el sofá, parecía cómodo y sobre todo escuchar el sonido de la ducha, pensando que se estaría ya quitando la ropa. Abrí la puerta, y ese cuerpo sudoroso, ese pelo revuelto y esa mirada pícara me produjo una excitación ya casi olvidada. Medio desnudo, se acercó a mi y sin dejar de mirarme comenzó a quitarme a la ropa. Mi respiración acelerada y mis ojos clavados en los suyos. Un segundo los cerré y sentí su boca en mi cuello, sus manos firmes en mi culo y un leve balanceo que hacía presagiar una ducha inolvidable.  

jueves, 13 de febrero de 2014

BAJO EL HÁBITO (Fantasías Sexuales-9)

Lo primero que hago al sentarme frente al ordenador esta noche, es esbozar una inmensa y como no, pícara sonrisa. Cómo ya he dicho muchas veces, acostumbro cuando puedo a escribir con música, y caramba! hoy me cuesta un poco elegirla...


Frente a la puerta de la entrada, respiro hondo y subo lentamente los tres escalones que me separan de aquel timbre. Pulso con decisión y una voz amable me pregunta quien soy. Aquel portalón se abre automáticamente como si tuviera prisa porque entrara. La hermana Montaña me recibe con un leve gesto de reverencia y curiosidad.

- Buenas tardes hermana, la saludo sin saber muy bien si es así como debo de hacerlo. No acostumbro!
- Buenas tardes, me contesta. Haciendo un gesto con su mano e invitándome a seguirla.

Por los pasillos del claustro, miro a mi alrededor y respiro esa calma que siempre transmite un convento. A lo lejos adivino la figura de otra monja que parada parece esperarme. La hermana Montaña continua su camino, silenciosa, mientras veo como una mano se extiende hacía a mi.

- Soy la Madre Nieves, encantada. Pase por favor.
- Encantada, contesto algo impresionada. Nunca había estado frente a una Madre Monja.


Una tetera con dos tazas, leche y azúcar sobre una mesita redonda cerca de la gran mesa del despacho. Limpia, sin un solo papel encima, ni siquiera un bolígrafo o un sobrio abrecartas. No puedo evitar entonces imaginarme a aquella mujer sobre el roble, con la cabeza medio colgando y subiéndose el hábito poco a poco mientras le imagina a él enfrente. Intento mantener la mente fría. Joder que burra soy, pienso hasta algo avergonzada.

Nos servimos un té y la Madre Nieves empieza a contarme solemnemente la historia de la orden. Mi cabeza sigue en esa mesa, no me estoy enterando de nada y bruscamente le pregunto.

- Madre, ¿Como era?

No parece sorprendida y debería de estarlo supongo. Se recuesta en aquel sillón marrón y con la mirada perdida hacía el jardín que se ve por el ventanal, suspira, sonríe y comienza a decirme como era. No salgo de mi asombro, soy yo la que oiiplática se queda ante la respuesta de la religiosa. Fue un pensamiento en voz alta. Cierto es que siempre había tenido curiosidad por saber como serían las fantasías del clero, pero nunca pensé tener la suerte de que alguien me las contara.


Retorciéndose levemente me cuenta que era alto, con ojos verdes, moreno y pelo rizado. Necesito beber un sorbo de aquel delicioso té.

Continua sonriendo contándome que llegó para hacer unas prácticas en el colegio; era profesor de matemáticas. Y casi me ahogo cuando vi como suavemente se mordía el labio inferior.

- Joder Madre, exclamé. Uyy, perdón!!

Me mira y sonríe como lo haría cualquier amiga que me estuviera contando la historia de su último ligue. Me siento cómoda entonces y la invito a seguir con máxima curiosidad.

Continua diciéndome que él era demasiado joven y que ella no podía... Me cuenta como miraba por la ventana de la clase y le veía escribiendo las derivadas en la pizarra, y...

Su gesto se torna triste cuando recuerda como al finalizar aquel curso, él se marchó fuera a terminar sus estudios y ya nunca le volvió a ver. Dando un discreto respingo en aquel sillón complice, recuerda aquella tarde en la que armándose de valor le llamó por teléfono. Me cuenta como sintió abrirse, todos los poros de su piel al escuchar su voz. La conversación fue breve, tímida, lejana...

La hermana Montaña nos avisa de que nos esperan para comer. Nos levantamos y nos dirigimos hacía la puerta. Un último vistazo a aquel despacho. Salgo, sonriendo y con la seguridad de saber desde cuando y por que esa mesa está siempre tan limpia.



lunes, 10 de febrero de 2014

EL REGALO


Hay veces en que de pronto te encuentras frente a algo que provoca esas buenas vibraciones que tanto se agradecen. A mi me ha pasado hace muy poco tiempo. El primer momento fue en una estación de tren cuando pude ver y compartir el encuentro de dos amigos que hacía meses que no se veían. El abrazo de estoy aquí y la sonrisa de cuanto me alegro de verte.


Agradable charla entre paraguas, cuestas y risas. Palabras de ánimo e ironía acompañaron un paseo que terminó frente a una estantería repleta de libros.Sentada en un sofá, aquellos dos amigos me regalaron un momento precioso sin ser conscientes de ello. Absortos, mirando de arriba abajo, descubriendo títulos no leídos, ofreciendo otros para leer… Les miraba como quien sentada frente a una pantalla, descubre de pronto una de esas escenas que siempre despiertan ternura y una sonrisa.


Y el día seguía llegando con mas charla, más risas, repleto de ilusiones y proyectos, todo ello envuelto en esa complicidad de la que tanto alegra formar parte en algún momento.


De vuelta a ese cómodo sofá y formando parte del plano esta vez, miro a un lado y a otro mientras uno pregunta y el otro contesta esquivamente. Y vuelvo a sentir esa sensación de querer callar y disfrutarles. De escuchar sus palabras, sus silencios; de observar sus gestos, sus miradas perdidas buscando esa palabra, esa frase con la que poder resumir tantas cosas.


Aquellos dos amigos me hicieron unbonito regalo. Me dejaron compartir con ellos su espontaneidad, la emoción por esos libros, la intimidad de un recuerdo, su tiempo. Eso tan preciado y que yo tanto disfruté con ellos…


Gracias y una sonrisa…

martes, 4 de febrero de 2014

EL DÍA DE ...


Ayer fue el día en el que María comenzaba su séptimo ciclo de quimioterapia. Hoy es el día en el que Luisa y Pedro se turnan para esperar a la terapeuta de su hija y luego llevarla al centro donde feliz pasa su día. Mañana será el día en el que Manuel comience la nueva medicación con la esperanza de que esta vez haga algo. Después llegarán los días de Rosa, Elvira, Mari Carmen, Ricardo, Luis… y del pequeño Saúl al que quizá mañana le llegará por fin esa familia de acogida que tanto desea.


Todos los días hay alguien que sufre, llora y muere. Alguien que consigue fuerzas para esbozar una sonrisa, alguien que tiene una palabra de ánimo para otro o para si mismo. Todos los días son internacionales, todos los días son especiales, todos los días se lucha y se va hacia delante o hacia atrás también.


Y cada uno de esos días tiene, debe de ser especial para todos. No puedo, no soporto los “días de…” Entiendo que son una manera de llamar la atención, que en parte son necesarios, dicen. Pero me entristece que haya que hacerlo de esta manera y que no nos llame la atención a todos a diario.


Como casi todo el mundo, tengo a mi alrededor enfermedades, comunes unas,de las denominadas raras otras. Hay situaciones familiares difíciles, hay niños injustamente tratados por la vida. Pero laenfermedad que más me asusta es la de la costumbre. Esa que nos hace costra en el corazón y amuralla el alma. No permitáis, no dejéis que todo se convierta, se quede en el día de… Cada hora, cada minuto hay que recordar, hay que hablar, hay que sentir, hay que aceptar y vivir.


Hagamos que todos sean los días de…  la sensibilidad, del amor, de la empatía, del llanto, del enfado, de la sonrisa, del abatimiento, del recuerdo, de la esperanza, de la ira, de la amistad, de la VIDA. Todos son días que tenemos, que debemos de vivir, por nosotros y por todos ellos. Día a día, todos.

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