miércoles, 23 de agosto de 2017

GUARDO SILENCIO

El hecho de que no participe, no comparta, no me manifieste en las redes sociales en estos días, no significa que no haya pensado, que me haya abstraído del mundo, del día a día.

Sentí pánico viendo la televisión a los pocos minutos del atentado. Miraba con estupor y escuchaba con incredulidad mientras compartía con mi hijo esa sensación de vértigo ante esa cantidad de afirmaciones imposibles de hacer con el poco tiempo transcurrido.

Me he educado a mí misma e intento hacerlo con Joël dentro del análisis, la reflexión y sin dejarme de hacer siempre cientos de preguntas. Siempre quiero entender un lado y el otro. Y lo que estaba presenciando en aquel momento, las cosas que he leído después y las reacciones producidas, me espantan.

Nos ocupan y preocupan los marcadores de colesterol, azúcar y triglicéridos. Pero quizá deberían de hacerlo también los de reflexión, sosiego y respeto. Nos fastidia cuando escuchamos o leemos que a los españoles nos ven desde fuera siempre vestidos de torero o de gitana. Y nosotros hacemos lo mismo viendo así a todos los musulmanes. No nos paramos a pensar qué lleva a unos chavales a hacer cosas como las que hacen. No nos paramos a pensar nada. Reaccionamos como animales en muchos casos.

Siento miedo, ese que hace que se erice el vello. ¿Qué pasará cuando mi hijo hable de solidaridad, de reflexión, de análisis, de querer entender, de educación, de saber, de personas sin etiquetas en esta sociedad de vísceras? 

La vida no fácil para casi nadie. Y ya no lo será de ninguna de las maneras para aquellos que no estén. Una cosa más, no estarán las personas que murieron en Barcelona, ni las de París, ni las de Bruselas, ni las de Londres. Pero tampoco las que lo han hecho Nigeria, Burkina Faso, Sierra Leona, Congo, Yemen y un largo etcétera. 

Otro día quizá escriba sobre ombligos y geografía.

LO MÁS LEÍDO