martes, 30 de diciembre de 2014

ESTE QUE SE ACABA ...

Como ya sabéis, el balance del año yo lo hago en el mes de agosto frente al mar, frente a mi Atlántico. Este año no ha sido posible desnudarme frente a él y como siempre es bueno mirar hacia dentro y limpiar para dejar sitio... Lo haré ahora, frente a este año que termina.

Caray!! Que de cosas se asoman ... Primero las buenas, que han sido muchas y casi todas en forma de personas. Y sinceramente creo que eso es una gran suerte. Otras aparecen con forma de canción, otras se posan en mi corazón como mariposas. Otras tantas son sonrisas que ya forman parte de mi.

Y como ya he dicho en alguna otra ocasión, mi mejor regalo para todos son mis palabras. Además de mis besos, mis abrazos, mis pensamientos, mi cariño y mi alegría.

Y todo eso lo tengo gracias a muchos de vosotros que me cuidáis, me mimáis, me escucháis y secáis mis lágrimas. Que compartís conmigo instantes únicos. Compartir, eso tan fantástico y que tanto me hace crecer.

Con las malas, las cosas feas, también me quedo y las reciclo y me sirven para continuar caminando. Porque lo importante, es el camino...

Nunca en este saloncito he mencionado a nadie directamente. Permitidme que hoy, en este momento de balance lo haga. Me cuesta hasta escribir su nombre porque desde hace tres meses lo digo solo para adentro ... Con él hablé muchas veces de ese camino y este brindis va por ti Granizo. Por ti.

martes, 23 de diciembre de 2014

Favores Impagables (Fantasías Sexuales-14)

Son las once de la noche y suena un mensaje en mi teléfono. Mi jefe me pide un favor impagable. Que poco me gustan estos favores, los impagables, resultan siendo así siempre. 

“Mañana hay una recepción oficial, necesito que me cubras. Ya sabes” 

Si, ya se. Lo sé todo muy bien desde hace dos años en los que le dice a su mujer que tiene eventos oficiales y la que va y aguanta el tostón, soy yo. Siempre pienso que como un día pase alguna cosa y su mujer se presente en uno de esos actos, me va a dar la risa…

“¿Dónde es esta vez? Un día de estos van a dejar de ser impagables estos favores y te voy a pedir a cambio un viaje a Bora Bora”- le respondo

“Lo que quieras, eres la mejor… Es en Barcelona, en la Generalitat, recepción para la sociedad catalana. Estarás en tu salsa… Jejeje”

Mi jefe, además de tener un morro tremendo, también es muuyyy simpático.

“Vale, mándame todo a la oficina y que Mercedes me saque el billete mañana”

Preparo rápidamente la maleta, estoy acostumbrada y no tardo en meter dentro de ella todo lo necesario para estas cosas. Lo tengo aprendido de memoria, siempre es el mismo. Vestido negro, los mismos zapatos de tacón, el mismo cinturón, idénticos pendientes; esos de nácar que cuelgan un poco y se dejan ver por debajo de mi pelo. Y como siempre, el mismo conjunto de encaje negro debajo del vestido.

Después de una mañana nada fácil de trabajo, de un puente aéreo que se retrasa y de un frío normal de estas fechas; llego al hotel a las cuatro de la tarde. A penas tiempo para darme una ducha, mandar un par de mails y llamar a ese tipo tan guapo con el que había quedado en hablar esa tarde para tomar una copa. Pienso cuando le cuelgo, después de decirle que de nuevo no podemos vernos; pienso, lo bien que se lo estará pasando el otro y yo allí, preparándome para sonreír forzadamente, justificar mi presencia en un acto que no me corresponde y salir airosa esquivando invitaciones incómodas y mostrando interés por cosas que me importan poco.

Mirándome al espejo, despeino un poco mi pelo, me perfumo y poniéndome los pendientes, suena el teléfono de la habitación. Desde recepción me avisan de que hay un taxi esperándome en la puerta. Dando las gracias a la recepcionista y colgando el auricular; cojo mi bolso, el abrigo y cierro la puerta dirigiéndome hacia el ascensor.

El taxista ya sabe donde me tiene que llevar, no es necesario que yo le diga nada. Dándome las buenas tardes, me sonríe. Le devuelvo educadamente las palabras y la sonrisa. Miro por la ventanilla del coche, quiero parecer distraída, no me apetece que aquel señor tan simpático quiera demostrar que lo es y empiece a contarme como pasa el tiempo y lo mayores que están sus nietos.

Llegamos a nuestro destino, hay que esperar, las fuerzas de seguridad de la puerta están pidiendo las invitaciones y echando un vistazo a los coches. Dos más y ya estaremos dentro. 

Buenas tardes, nos dice un agente muy amablemente.
Buenas tardes, contesto, alargando mi brazo con mi salvoconducto en la mano.

Mirando con atención el cartón donde aparecen mis datos al mismo tiempo que la lista que tiene delante, mira hacia dentro del taxi y con una atractiva sonrisa me dice que podemos continuar.

Y sin darme cuenta, miro hacia atrás cuando el coche comienza a andar. El agente, espera al siguiente invitado sin quitar su mirada de mi taxi. No esta nada mal, pienso. Y es que un uniforme, cuando sienta bien, sienta bien y si se acompaña de una sonrisa como la de él… pues mejor, claro está.

Unos golpes en el cristal de mi ventanilla me devuelven a mi realidad de postín. El secretario de estado, me increpa desde fuera. 

Sal de ahí ya mujer, y dame dos besos que hace mil años que no te veo…

¿Y porqué le gusta a este hombre gritar tanto? Me pregunto mientras un largo suspiro me ayuda a salir del taxi y encomendarme a sus besos y abrazos.

Saludos y más saludos, llevamos ya una hora y media de “hola, ¿Cómo estas?” No puedo decir ni un “bien, gracias. ¿Y tú?” más. Consigo salir a los jardines, donde se pueden apreciar pequeñas columnas de humo. Busco en mi bolso y saco yo también un cigarrillo que enciendo dando una larga calada. Hace frío, pero es preferible a ese calor de hipocresía y política que hay dentro. Y el mamón de mi jefe, tan gusto con su churri, como dice él…

Escucho una voz cerca de mi, giro la cabeza y en la oscuridad de la noche veo su sonrisa. Me sorprende ver de nuevo al agente de la puerta.

Buenas noches, me dice con ese gesto amable que tanto me gustó antes.
Buenas noches, le contesto coqueta.
Hace frío, se va a resfriar usted aquí fuera…
Si, bueno, no importa- Y sonrío
Termino mi turno en cinco minutos, ¿puedo invitarla un café? Quizá sea un atrevimiento por mi parte.
No, no, no se preocupe. Acepto ese café.

Con un gesto me invita a comenzar a caminar, doy los dos pasos que me separan de él y ya a su altura vamos caminando mientras nos sonreímos sin hablar.

Me llamo Jorge
Yo Eva, encantada

Jorge, es un hombre de unos 50 años, no mucho mas alto que yo, delgado… A través de su chaqueta roja, se adivina un cuerpo atlético, fibroso. Parece un tipo que se cuida y practica deporte. Pantalón azul y camisa blanca, al menos aquello que se puede ver de ella, lo que sobresale de su chaqueta.

Ya han pasado los cinco minutos, me dice. Ya estoy fuera de servicio.
¿A que hora has empezado?- le pregunto curiosa.
A las siete de la mañana. Hoy ha sido una jornada algo más larga. Por motivo del evento, mi jefe me pidió que me quedara un rato más.
Ay, estos jefes, comento yo divertida.
¿Porqué dices eso? Me responde riendo
Nada, nada… Los favores impagables que nos piden siempre.

Continuamos el paseo hasta llegar a un edificio anexo al lugar de la recepción. Abriendo la puerta del mismo, Jorge me invita a pasar. Me gusta este hombre de gestos educados, buena conversación y simpatía.

Pasa. Si esperas un minuto me cambio
No, no… Me ruborizo al darme cuenta de la manera en la que le he dicho que no se cambiara. Me pregunto que habrá pensado de . No lo he podido evitar. Nunca me han llamado especial atención los uniformes, pero es de este en particular, si lo ha hecho.
¿No me lo quito?- pregunta sorprendido.
No hace falta y tampoco puedo entretenerme mucho, tengo que volver a la recepción- Bueno, pienso que he salido airosa del aprieto.
Vale, tienes razón. ¿Cómo quieres el café? Me pregunta acercándose a una maquina de esas donde saques el tipo de café que saques siempre está igual de malo.
Solo, por favor- Contesto.

Me acerca el café y siento levemente el roce de su mano cuando me da aquel vaso que me quema. Noto como trago saliva y miro hacia otro lado y pienso que me lo va a notar. Que me va a notar que me estoy excitando por momentos. Que va a notar las ganas que tengo en ese instante de acompañarle a esa habitación cercana, cerrar el pestillo y quitarle esa chaqueta roja, poder ver y tocar esos brazos que llevo imaginándome desde que por la tarde le mostré mis credenciales. Me va a notar que estoy imaginando como comienzo a desabrocharle los botones de su camisa azul celeste. Uno a uno, poco a poco. Mientras mis ojos no dejan de mirar los suyos. Mis manos acarician su pecho y la camisa cae suavemente. Me va a notar que me estoy muriendo por besarle. Se daría cuenta de mi deseo, de que en este momento lo daría todo porque se hiciera dueño de la cremallera de mi vestido y lo dejara caer, dejando al descubierto ese conjunto de encaje negro que por fin alguien iba a disfrutar… Retiro la mirada porque se va a dar cuenta que estoy pensando en él por todo mi cuerpo, que estoy notando sus manos en todos mis rincones, que siento su boca en todos mis límites. Mi excitación va en aumento y ya no puedo dejar de mirarle y le hablo con mis ojos, le grito, le pido, le explico mi deseo. Se levanta lentamente extendiéndome su mano. No hacen falta las palabras. Entramos en aquella habitación, sus labios en mi cuello, sus manos en mis pechos. Las mías dentro de su pantalón. Sin dejar de gemir nos deseamos, nos exploramos, nos damos placer, tanto como podemos, tanto como somos capaces en ese instante

Impagable Pedro, este si que será impagable Pensé por un momento…

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