viernes, 30 de marzo de 2018

CARPE DIEM

¿Quién nos ha engañado con eso del para siempre? Nadie. Nos dejamos engañar a cada paso, cada día, cada instante. Creemos que de esa manera vivimos más seguros, atesorando cosas y personas.

El para siempre no existe. No somos amigos para siempre, nuestros padres no estarán ahí para siempre, nuestros hijos dejarán de ser pequeños, la vitalidad se irá transformando, la tersura de la piel se convertirá en surcos mejor o peor llevados. El edificio que conocemos desde niños desaparecerá entre escombros, la cerveza fría terminará siendo caldo y el coche con el que tantos kilómetros hemos hecho se  convertirá en chatarra. Nada permanece para siempre, ni tan siquiera el amor.

No somos conscientes de lo efímeros que resultamos, pensamos que vamos a estar aquí por los siglos de los siglos y no es así. Y ese es el motivo por el dejamos de hacer miles de cosas y de sentir por miedo.

Hace años yo creía que aquello sería para siempre. Mi deseo era sentarme a su lado en aquel porche, con el pelo cano y ver el atardecer en silencio en uno de los lugares más bellos del mundo, allí donde el sol se esconde en aquel gran horizonte. Quería, pensaba, sentía que aquello era para siempre.

No fue así y cuanto antes nos demos cuenta de eso, antes comenzaremos a aprovechar esta eventualidad que es la vida. El Carpe Diem en los tiempos que corren se interpreta incorrectamente. Se asocia en ocasiones a falta de compromiso, vida disoluta y ausencia de responsabilidad. Si, el sentido común en esta sociedad tampoco es para siempre.

Hoy estoy aquí, sentada en mi sofá rojo, tomándome un té, con las gafas puestas y escribiendo esto en mi teléfono. ¿Por cuanto tiempo? Ni lo sé ni mi importa. Carpe Diem y que digan lo que quieran. No te quedes parado esperando por nada ni por nadie, no dejes de hacer aquello que te hace sonreír pensando en el qué dirán. Sigue tarareando aquella canción mientras caminas, no dejes que a tu pecho le cueste respirar. Que no te asusten las despedidas ni la soledad. Abraza, besa, ríe hasta llorar, baila con la vida. Todo llega, todo pasa y nada es para siempre. 

miércoles, 14 de marzo de 2018

¿QUÉ ES LA VIDA?

Me aburren mucho las memeces. Me desagradan las personas necias y la zafiedad me irrita. ¡Qué ganas tenia de utilizar estas dos palabras desde hace tiempo! Son súper cultas ¿no? Mi ironía está crecida ¿se puede tener eso? No lo tengo claro, pero como escribo yo y este es mi blog, hago lo que me da la gana. Porque entre otras cosas, yo lo valgo. Tengo ganas de algo (mira tú qué rima me ha salido), el problema es que no sé de qué. Dudo, lo que significa que existo y en estos tiempos que nos ocupan, ya es bastante. Me apetecería ser una persona diferente por un día. Alguien egoísta, malintencionada, falsa y traicionera. Buff, que nervios solo de pensarlo. Me cuesta hasta decirlo en voz alta. No, eso no, me da pereza. Voy a pensar en otra cosa, quizá podría ser tonta por un día. Con un poco de empeño yo creo que lo lograría (ni en el colegio me quedaban así de bien los pareados). Y entonces no sabría de antemano lo que me van a decir los demás, no me daría cuenta de nada porque estaría en la parra desde por la mañana. Mi mayor preocupación sería pintarme los labios cada media hora y mirar el wasap para ver cómo va la quedada con mis cuqui-amigas. Sería tonta el día entero y por la noche me creería todo lo que ese tío cañón me contara al oído entre risitas tontas. ¡Jo, qué guay! Tampoco, no me convence y además solo de pensarlo estoy poniendo cara de estreñida. Ayyy, que difícil es pensar esto de ser alguien diferente aunque solo sea por un día.
Me aburren mucho las memeces, así que dejemos las cosas como están vaya a ser que termine siendo una necia y caiga en la zafiedad. No dejaría de ser culta pero sin ningún estilo. Y eso no, eso nunca. El estilo es lo que nos diferencia a las señoras que nos vestimos por los pies y con escote, del resto de la especie. Así que me planto con medias de reyes y 31. ¿Qué es la vida? Una partida de mus. ¿Juegas?

domingo, 11 de marzo de 2018

MIRAR Y VER

Hay momentos en que exhausta dejo que sea la historia la que me escriba a mi y no al contrario. Esto tiene una lectura clara y evidente ¿no? Cuando estás cansado, tus piernas pesan un quintal y medio (uno es poco), el camino se te hace muy cuesta arriba y en la mochila ya no quedan víveres. Es entonces cuando te sientas en el primer pedrusco que ves y dejando caer todo, hasta tu alma, decides que no puedes más y gritas ese “a la mierda” que tanto desahoga.
Mirando a tu alrededor no encuentras nada que te de un mínimo de esperanza de que vayas a salir de allí con vida. Resoplas, suspiras, sollozas. Gritos ahogados, lágrimas del alma que se vuelven puñales en tu interior. Y te haces la misma pregunta una y otra vez. Miras hacia arriba, a los lados, al suelo, al abismo y no hay nada que sentir. Las manos en la cara, los ojos empañados y el latido retumba. De pronto la historia comienza a escribirte, te crea, te lleva, te sorprende. Te quedas quieto escuchando y suena una canción. Y la historia hace que muevas ligeramente tu pie izquierdo; nada más. No puedes mover nada más hasta que lentamente vas levantando la cabeza, sientes ligeramente los dedos en tu rostro acariciar los ojos. Sigue sonando la música, cada vez la escuchas más alto y la historia comienza a sonreírte. A partir de ese momento dependerá de ti, solo de ti, decidir si esa es tu canción y quien de los dos termine contando el final. Tarareo.


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