A mi hijo con 6 o 7 años un chaval le dijo: “Quita negro”. Eso no se le ocurre a un niño de esa edad. Tampoco se le ocurre a un chaval de 10 años decir de su profesora que es una vaga porque no ha corregido los exámenes durante el fin de semana. Desde pequeños reproducimos comportamientos y somos loros de repetición de lo que escuchamos en casa. Pero eso si, luego somos todo indignación. ¡Qué pereza! ¡Qué hastío y que aburrimiento!
¿Que las leyes deben de cambiarse? Por supuesto. Pero no servirá si no dejamos de juzgar, de criticar, de envidiar, de chafardear permanentemente. Ocupémonos de que nuestros hijos aprendan a ver personas, aprendan a sentirse parte de un todo. Aprendan y valoren a los demás sin ver color, tamaño o sexo. Lo más triste es que ellos lo traen de serie pero somos los adultos, muchos de esos que hoy están tan indignados, los que les enmierdamos. Miremos un poquito más hacia dentro y hagamos examen de conciencia de vez en cuando.
Se me atragantó la manada. Salud.