domingo, 11 de febrero de 2018

SOLEDAD

Soledad la llaman, mientras ella se empeña en sonreír. Le dan la espalda y ella grita. Miradas de soslayo y violencia que nunca termina de comprender. Soledad le dicen, al tiempo que huyen despavoridos. Incredulidad y pena siente mientras corre sin descanso. Se pregunta el motivo de aquella huida. Ella quiere querer a aquel que está solo. Soledad grita: “no huyas de mi” y siente frío.

No sé el motivo por el cual en estos días he leído y oído hablar de la soledad más de lo normal. De la elegida y de la impuesta, de la que produce placer y de la que es causa de angustia. De esa soledad que tanto asusta y de la que todos huimos. ¿Acaso no lo estamos? ¿Solos? Y aunque lo neguemos y sigamos huyendo de ella, siempre está ahí. Cierto es que en mi caso he aprendido a sentirla como algo positivo y no como algo hostil. En ocasiones me produce placer ese silencio que la acompaña, el mismo que se convierte en grito dentro de mi. Y es que quizá, solo quizá no sea ella la que nos asusta sino la consecuencia que acarrea escucharnos a nosotros mismos cuando ella nos acompaña. Cierto es por otra parte que sentirse solo no es lo mismo que estarlo, será eso lo que marca la diferencia. Pero, ¿qué es lo mejor? ¿O lo menos malo? La respuesta os la dejo a vosotros, la dejo a vuestro silencio y a vuestros gritos. Por mi parte continuaré sintiendo ese placer que me produce escuchar lo que siento a veces en forma de silencio.





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