sábado, 29 de agosto de 2015

QUIZÁ ALGÚN DÍA ... Dice Sephora


¿Os acordáis de mi? Soy Sephora, hacía mucho tiempo que mi tía Ana, que vive en España con mi primo, no os contaba nada de mi, que vivo con mi familia en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo; vamos, como Madrid en vuestro país.

Mi tía dice que cuando lee los periódicos o mira las noticias, cada día siente una tristeza mayor, dice que hay mucha gente en muchas partes del mundo que esta sufriendo mucho. Muchos padres y madres y niños que están desesperados porque sus países están en guerra y ellos no tienen ya nada ni tampoco donde ir. Mi tía Ana me cuenta que todos los días llegan a Europa; ese es el continente donde mi tía vive con mi primo, muchas personas buscando no ya una nueva vida, sino una vida. Pero mi tía dice que muchas de estas personas a veces se mueren por el camino. Se quedan en el mar; yo nunca he visto el mar, pero debe de ser muy bonito. Se ahogan porque no saben nadar y las barcas donde viajan son muy malas e inseguras. También me cuenta que hasta los abandonan en camiones donde mueren al cabo de unas horas. Que llegan por todas partes, no solo desde África, que es el continente donde vivo yo con mi familia. Mi tía Ana dice que ha dejado de importar el color de la piel de estas personas, que ha dejado de importar el motivo ni las circunstancias, que ha llegado un momento en el que sin reflexionar, sin pensar ni saber porque están allí, mucha gente les rechaza y no les quiere en sus países, en sus ciudades ... Me dice que hay un país que se llama Alemania; yo creo que lo he visto en las noticias, es un país rico que manda mucho en el continente donde vive mi tía. Pues en ese país hay gente que quema las casas donde van esas personas cuando llegan después de meses a veces, sufriendo mucho.

Yo le digo a mi tía que no este triste, que tenga esperanza y que crea en mí y en mi primo, que además es muy fuerte y muy guapo y muy bueno. Le digo que quizá en el futuro mi primo y yo, que soy muy lista y pienso mucho como ella, podamos hacer de este mundo un lugar mejor. Y es que los niños somos el camino. Todos los niños, también esos que llegan llorando empapados por ese mar tan bonito que digo yo que será. Los que llegan llorando y casi deshidratados y hacinados en barcos a una isla cuyo nombre no olvidarán nunca ... La palabra hacinados me la ha enseñado mi tía ... Aquellos que llegan solos porque sus padres no pudieron resistirlo. Los que llevan un fusil sobre su espalda porque les han obligado a ello, como ocurre aquí en mi país, la República Democrática del Congo. También a los que les falta una pierna o las dos porque jugando pisaron alguna mina que puso allí un mayor. Esos que tienen su oído acostumbrado ya a las bombas. Los que lo perdieron todo, hasta el brillo en los ojos. Si, eso le digo yo a mi tía Ana. Solo si creemos en ello no dejaremos de luchar nunca...

Y nada mas, me tengo que ir a jugar con mis amigos. No os olvidéis que no importa el continente donde vivamos; vosotros en Europa y yo en África. Da igual si yo soy negra y vosotros no. De poco sirve el dinero que tengamos cada uno en nuestra cotusua; así llamo yo al bolsillo. Nunca perdamos la ilusión, nunca dejemos de creer, de sentir... Y quizá algún día mi primo y yo y todos esos niños os podamos regalar un mundo mejor.

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