Y allí estaba yo, sentada en la mesa de la cocina, con la espalda apoyada en la pared y las piernas cruzadas, encendiendo de nuevo un cigarro. Sonriendo. Con una melancolía que me hacía sentirme atrapada por momentos en aquellos tiempos en los que no faltaba nadie.
Mi infancia, mi niñez, mi adolescencia, mi vida... Siempre han estado unidas a mi familia, a tantos momentos felices, a comidas con debates interminables, a risas, a sentimientos que siempre me han producido esa sensación de orgullo y cariño hacia todos ellos.
Se acerca el final de este año y comienzo a pensar, a repasar todas las cosas que han ocurrido. Inevitablemente ninguna alcanza a ocupar el protagonismo de la pérdida de mi padre. 2018 será el año en el que una parte de mí se fue para siempre.
En unas semanas volveremos a tener otra celebración familiar y como siempre habrá un momento en el que me quede en silencio mirando a mi alrededor sentada en aquella silla de la cocina y piense que al final son ellos los que siempre me devuelven esa sonrisa cargada de amor.
Que bonito !!!
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