miércoles, 2 de julio de 2014

Ay de ti, ay de mi

Las dos fuimos a sentarnos en la misma silla sin darnos cuenta. Nos miramos con una sonrisa similar y decidimos compartir la mesa.

Celia tiene 50 años y lleva más de los que le gustaría recordar enviando mensajes en una botella. Cada noche me contaba, escucha la misma canción y manda un nuevo correo a esa dirección desde la que nunca nadie le responde.

Es una mujer bella, dulce, su mirada limpia y sus ojos claros. Sus gestos livianos, su voz tranquila y su manera de expresarse. Todo ello hace que te dejes llevar a ese ensueño que ella vive con cada palabra que brota de su boca.

Cuando le pregunto porque continúa mandando esos mensajes después de tanto tiempo, sonríe y me dice que nunca ninguno ha sido devuelto.

Sigue pensando que él los lee y sueña con ella. Sigue soñando con él, con esos abrazos y el roce de sus labios. Continúa haciéndose aquella pregunta que él le repitió tantas veces. ¿ A dónde van los besos que no damos? Una y otra noche se duerme recordándole y escucha cuando aquella tarde él le escribió ... ¿Me vas a dejar quererte? Y ella contestó, sólo si lo haces mucho.

Esa aceleración del verbo querer se frenó en seco y a Celia sólo le queda escuchar esa canción cada noche y enviar ese nuevo mensaje en una nueva botella.

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