jueves, 30 de enero de 2014

INVITACIÓN (Fantasías Sexuales-8)


Es indiscutible que los labios de una mujer son una de las partes más sensuales del cuerpo. Lo mejor es que da igual que estén pintados o no. Que tan solo tengan un poco de brillo o que el color los llene de una comisura a otra. Siempre me han gustado mis labios, y a ellos, también. Me gusta pintármelos de colores atrevidos y otras veces que sea mi propia saliva la que les vuelva luminosos.


Como cada día, el despertador sonó a las seis. Esos diez minutos de chance que tanto agradezco. La ducha, tibia como cada mañana, siendo indiferente la época del año. El olor de la crema en mi cuerpo y el frescor de la menta en mi boca. Casi preparada para salir, camisa negra vaporosa, falda corta y estrecha, media negra de red y tacón. Faltaba pintarme los labios…

Ya durante el camino, mientras escuchaba la radio y daba las primeras caladas al primer cigarro, sabía que iba a ser un buen día. Un día de esos de media sonrisa y ceja levantada.

Llegué a la puerta y como todos los primeros jueves de mes, entré en el aparcamiento. Siempre la misma plaza, la misma columna sacándome la lengua, envidiosa de cómo me quedaban los tacones.

Llamé al ascensor y también como siempre una eternidad hasta que baja de la planta 16. ¿Llegaré la primera?, me pregunto mientras presiono el botón, 16. No me dice nada este número, me parece soso.

Se abre la puerta y miro a mi alrededor, si, confirmo que como siempre soy la primera en llegar. Pablo viene solicito a saludarme. Dos besos bella, me dice sonriendo. Mientras aprovecha la cercanía a mi oído para hacer referencia a lo bien que me queda la blusa. Gracias guapo, le contesto coqueta.

Pablo, un café porfa. Le pido mientras le cojo del brazo llevando este hacia mi. Claro, vamos al ofice, está recién hecho. Mmm, el office, testigo de tantas cosas ese ofice!! Ahí fue donde por primera vez me di cuenta de cómo y porque muchas y muchos, estaban sentados en el consejo.Pero esa es otra historia y os aseguro que aburridísima.

Van llegando el resto de miembros de ese curioso grupo de nueve personas que nos reunimos una vez al mes. Miro inquieta, él no lo ha hecho todavía. Adela se acerca presta a por un café para ella también y sobre todo a por el otro brazo de Pablo. Sonrío, le beso en la mejilla, le doy las gracias por el café y me voy al baño.
Como me gusta este baño, es una mezcla de vanguardia y barroquismo y que bien huele siempre. Me toco el pelo, miro mis ojos y me repaso los labios.

Cuando salgo sé que ya he llegado, su olor. Mirando el teléfono por el pasillo noto una mano en mi cintura. Buenos días. Esa voz, el olor, la mano, los gemelos en una camisa blanca impoluta. Me vuelvo, su sonrisa. Y en ese momento, escucho en mi oído; vámonos. Le miro fijamente, mis ojos le contestan. Nos damos la vuelta y de nuevo al ascensor al que esta vez no hay que esperar. Se cierran las puertas tras nosotros y esta vez me gusta el 16 y el 10 y el 19 y el 8 y el 3 y el sótano 2… Qué mas da si mis labios no dejan de besarle y de repetir, más.

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