Hoy no le encuentro ninguna pega a la vida. Que no llego a fin de mes, aprendo a tener lo imprescindible. Que intentan minar mi ánimo, pues más fuerte me siento. Que me quieren, quiero; que no, pues me miro en el espejo y me guiño un ojo.
En un par de días el tío más importante de mi vida; que no el único, que yo también cuento, cumplirá ya trece castañas. No voy a contar como me tiene esa adolescencia, porqué entonces igual las pegas se transforman en problemas. La cuestión está en que como me siento madre e hija muchas veces y soy una tía empatica y paciente, pues lo llevo con cierto sosiego.
Me encanta como le está cambiando la voz y tengo curiosidad por saber cómo terminará la mutación. Grave, ya lo tengo claro que no será, yo creo que eso de la voz es genético también y sus genes en lo relativo a la voz, no son graves. Me gusta ver cómo tarda mucho más que yo en arreglarse; ¿eso también es genético? Lo entiendo entonces. Yo era la que tenía que estar esperando siempre.
Le miro y cuando le digo que le están saliendo granines, gira la cabeza y con gesto irónico me responde "¿será que estoy en la adolescencia?"
Me exhaspera el "voy", "qué si", "qué pesada", y el "espera" me termina de matar. Entonces cojo aire y doy un grito. "Jo mamá, ¿porque me gritas?". Por qué si no te maaaaato.
Así vamos, como un matrimonio a veces, como el perro y el gato otras, riéndonos mucho juntos las que más. Hablando de todo, compartiendo inquietudes, siendo madre e hijo y queriéndonos. Queriéndonos mucho.
Solo de esa manera él sigue aprendiendo a perdonar y entender lo que eso significa. Así me ayuda a creer que todo ha merecido y merece la pena. De esa manera siente lo bueno lo malo y lo ni una cosa ni otra. Aprende de manera espontánea a distinguir situaciones y poco a poco su manera de actuar y ponerse frente a todo es más madura y coherente.
Mi madre siempre me ha reprochado de alguna manera, que trato a mi hijo como si tuviera más edad. Es cierto, quizá por eso mi hijo es quién es en este momento y proyecta lo que proyecta. Quizá por eso mi hijo haya sufrido en silencio justo su luto por la separación de sus padres y poco más. Será el motivo por el cual sabe distinguir, apreciar, diferenciar, valorar...
Y trece años después sigo sintiéndome muy orgullosa de él y de mi. Habré hecho y haré cosas incorrectas, pero nunca me quedará un resquicio de vacío.
Continuó diciéndole que de lo que me siento y me sentiré más orgullosa de él es de que sea buena gente. Nos las llevamos dobladas, pero merece la pena siempre.
¡Hoy hace un dia estupendo! No le encuentro ninguna pega a la vida. Y en un par de días, Joël cumple 13 años. Sonrío. Esto se merece una cerveza. La vida se merece siempre una Mahou.
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