sábado, 13 de mayo de 2017

EL TIEMPO NO ES ORO

Nunca me han gustado los castigos, siempre he preferido hablar, hacer entender las consecuencias de los hechos y enseñar que a lo hecho, pecho. Lo que viene siendo, asumir la responsabilidad de tus actos.

Pero cuando he puesto alguno, siempre lo he pensado antes. Los castigos deben de ser madurados y maduros. Coherentes y sobre todo has de tener la seguridad de que vas a llegar hasta el final.

Es lo mismo que me pasa con los retos. Reconozco que son una de mis debilidades. Cuando alguien me propone alguno la adrenalida fluye y si creo que puedo y tengo opciones de ganarlo, acepto sin dudar. De la misma manera intento ser prudente cuando propongo alguno. ¿Y si el otro lo acepta? ¿Y si después me llevo una sorpresa? Nunca menosprecio al contrario. Asumo el riesgo que pueda conllevar lanzar el guante. Como muchas otras cosas, a estas alturas o bajuras de mi vida, es una opción personal.

Es increíble la sensación tan magnífica que produce eso. Que tu manera de vivir esté aposentada en opciones personales. Hace poco charlaba sobre la vida con un buen amigo. Él me decía que le seguía importando la desgracia ajena y que no quería cambiar. Muy de acuerdo con él en esto de no querer cambiar yo le comenté que seguía llevándome las hostias dobladas a veces por creer en las personas. Pero que al igual que antes lo hacía sin saber por dónde venían, ahora se había convertido en una opción personal el querer confiar y creer en los demás. Y que si llegaba la hostia, ya vería que hacer con ella.

Otra de esas opciones elegidas es la de hacer caso un poco más a mi cabeza y algo menos a mi corazón. ¿Eso me convierte en una mujer fría? Quizá, pero al mismo tiempo es una buena manera de hacer que las prioridades cambien. Y sea yo la primera de la lista en más ocasiones. Algo muy sano y recomendable.

No sé muy bien como he llegado hasta aquí, ni tampoco como seguir y cerrar esta chapa. La generosidad debe de comenzar por uno mismo (frase manida, lo sé), si no es así terminas haciendo reproches a diestro y siniestro. Y siempre los más duros son en primera persona.

Nunca me volveré egoísta, no lo soy. Nunca dejarán mis ojos de humedecerse, no lo quiero. Nunca querré recibir antes de dar, no sabría cómo hacerlo. Nunca me faltará una sonrisa y un abrazo, los genero sin darme cuenta. Siempre tendré tiempo para los demás. Porque como dijo Sampedro: "el tiempo no es oro, el tiempo es vida". Y mi vida la comparto con aquellos que lo necesiten, lo precisen, lo deseen o lo quieran. Mi tiempo, mi vida, ahí comienza mi generosidad. Aunque como opción personal haya elegido cambiar las prioridades.

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