martes, 23 de mayo de 2017

UNA TARDE DE PRIMAVERA

Ella esperó a ese día, al del cumpleaños de él. Estaría contento, riendo y charlando con unos y con otros. Atendiendo llamadas y contestando mensajes. Preparando la celebración del fin de semana. Sería el momento perfecto para alejarse poco a poco, despacio, sin apenas hacer ruido y que él no se diera cuenta. Lo hizo con la mejor de sus sonrisas, sin dejar de mirarle, con los ojos empañados, el corazón triste y una preciosa mochila llena de recuerdos.

Se había propuesto no mirar hacia atrás cuando empezara a caminar, pero no pudo. Lo hizo, volvió la vista, necesitaba verle por última vez. Él estaba feliz, sin dejar de reír, hablando sin cesar con unos y con otros. Había recuperado eso que anheló durante un tiempo. El tiempo en el que la quiso a ella, ese en el que ella le había querido.

Dejó volar entonces aquella carta escrita y rota tantas veces. Dejó que las palabras fueran posándose a lo largo del camino hasta llegar a él. Pedazos de su corazón, trozos de su alma. Ese alma que luchaba por librar aquella batalla perdida de antemano.

Y alejarse fue el acto de amor más grande que jamás había hecho. Dejó libre ese espacio ocupado durante tanto tiempo en él para que fuera recuperado por quién debía de tenerlo. Al tiempo que intentaba protegerse y mantener firmes esas barreras debilitadas por el paso de los meses.

Y como Penélope, se sentó en la estación, con gesto feliz, lo era por él. Esperando a que llegue el primer tren, ese que nunca llegará por mucho que ella se vista de domingo.

2 comentarios:

  1. ...pero cómo se me ha escapado este relato ? ...quizás el mejor que te he leído. Buenísimo.

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