sábado, 23 de noviembre de 2013

LA OTRA MIRADA


Ayer tuve que ir al tanatorio, murió el padre de una amiga mía. No frunzáis el ceño, hablar de la muerte es hablar de la vida.


Tardé muchos años en ir a un tanatorio y a un cementerio. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de la diferencia de un sitio a otro. Me costó llegar a ese punto en el que descubres que la muerte produce una metamorfosis en las personas.


No me gusta estar mucho tiempo en los tanatorios. Llego, doy un beso y espero a sentir que la otra persona deje de necesitar mi presencia. Por que es entonces cuando la gente saluda a otra gente y hablan de sus cosas y luego se despiden diciendo aquello de “ …a ver si la próxima vez nos encontramos en una boda… “ . Y esto a mi me produce un poco de rechazo, la verdad.

Los cementerios son otra cosa. Y es ese el momento real de la despedida, el más duro, el que debe de ser más íntimo. Y entonces porqué se empeñan todos en hacer lo posible para estar allí? No, no me digáis que es por acompañar, la mayoría de las veces es algo social y morboso.


Pero yo no quiero escribir hoy sobre esta cara de la muerte, me gustaría reflexionar con vosotros sobre otra parte. Más amable, más real, auténtica e intensa.


Yo quiero mucho a mi amiga, mucho. Pero estos días en los que su padre ha estado hospitalizado, la he querido más. He estado más pendiente de ella; y eso que trabajamos en la misma empresa y todos los días desayunamos juntas. Pero mi pensamiento ha estado con ella más tiempo. Le he mandado mensajes con montones de besos y hasta una foto con dos niñas; una rubia (ella) y otra morena (yo) dándose un abrazo gigante… ¿Veis por donde quiero ir?

Nunca nos habíamos dado los abrazos que nos dimos ayer, y son ya unos 15 años los que llevamos caminando. Nunca antes habíamos cogido nuestras caras dejando a penas un centímetro entre ellas y nos habíamos mirado a los ojos diciendo te quiero, entre lágrimas y mocos. Ese te quiero inmenso… Ese te quiero del alma… Ese te quiero infinito…


Y es que queridos… Al final, la muerte, la pérdida, nos deja desnudos, no hay pudor, no existen límites y hace que saquemos esos sentimientos que de otra manera seguirían ahí, sentimientos profundos, reales y puros. Es una de las pocas expresiones del AMOR. ¿Os dais cuenta?


Hoy sigo queriendo a mi amiga igual, pero se lo he dicho, aunque ella lo supiera, aunque yo lo sepa… Se lo he dicho…

1 comentario:

  1. Que razón tienes nenita cuando dices lo de que la muerte nos deja desnudos ante la vida y las personas que lo hemos vivido con seres muy cercanos y encima muy jóvenes sabemos que nunca jamas en la vida nuestro corazón vuelve a sentirse vestido.

    Yo que tuve que vivir hace 7 años, porque la vida así lo quiso, la despedida de mi única hermana a una edad muy joven, te aseguro que ya nunca he vuelto a ser la misma persona, comprendo eso de que a nadie nos gustan los tanatorios ni los cementerios, pero yo muchas veces necesito ir a ese lugar donde deje sus cenizas para encontrar la paz, para sentir que allí nos reunimos, para sentir que ella este donde este acude a nuestra cita a calmar mi corazón y darme fuerza para seguir tirando de todo, allí cierro mis ojos y siento que algún día volveremos a encontrarnos y allí en el mismo lugar la digo que pase lo que pase mi corazón se siente desnudo sin ella.

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