En ocasiones resulta muy difícil entender según qué cosas aunque probablemente la cuestión está en que no todo tiene una explicación. O quizá la tenga para unos y para otros no. O quizá sean argumentos diferentes. Lo más seguro sea que le buscamos demasiadas explicaciones a todo.
Y llega el minuto 2:14, ese en el que a veces sonrío y otras me pongo a llorar con la misma intensidad. Y pienso; siempre demasiado. Y mis miedos ahora, mis seguridades después, brotan de mis ojos, de mi alma, de lo más profundo donde puedo llegar a sentir. Y como ella me arrodillo sobre ese barro imaginario en mi caso y miro al cielo con mi cara húmeda buscando mi respuesta.
Cierro los ojos y siento la música por rincones casi desconocidos. Me dejo llevar pero sigo pensando. Y cuando llegan los compases finales abro los ojos llenos de lágrimas y como siempre me digo en voz alta: “Pasará Anita, pasará”. Suspiro y pienso. Siento. Me abandono en ese instante de placer que la música me ha vuelto a regalar y como siempre, continúo camino al encuentro de la felicidad.
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