miércoles, 14 de septiembre de 2016

DESTINO, EL MAR

Si cierro los ojos escucho el sonido de una estación. Los abro y doy un sorbo a mi café con hielo, miro a mi alrededor y vuelvo a cerrar los ojos.

Una mañana de septiembre ella llegó apurada a aquella estación de tren en el que el tiempo parecía haberse detenido. Entró acalorada mientras mirando hacia todos lados escuchaba el soniquete y aquella voz siempre tan familiar que decía que el tren con destino a Soria situado en la vía 3 arrancaría en cinco minutos. Solo había cuatro vías y dos puertas de salida. Su coche estaba justo frente a la puerta, subió los tres escalones y mirando las indicaciones de donde estaban los asientos, fue hacia su izquierda. El 17A era de ventanilla, lo agradeció y dejando su bolsa en la parte de arriba, se acomodó en aquel asiento azul.

Clara llevaba meses planeando este viaje. No sabía si aquel encuentro significaría el punto final a aquella historia o una oportunidad de seguir amando. Casi dos meses sin verse, llamadas a diario y alguna caricia virtual. Es lo que había tenido de él durante este tiempo.

Mirando a través del cristal recordaba aquella tarde lluviosa cuando se conocieron. Ella esperaba a una amiga a la salida del metro y él la pidió fuego. Nunca supo muy bien como aquella tarde terminaron en la cama dejándose ambos el alma y amándose como nunca antes lo habían hecho con nadie. Aquellos dos dias se convirtieron en una vida a través de su piel, de sus cuerpos, de sus miradas y de sus besos. De sentirse uno dentro del otro, una vida escrita hacía muchos años a través del sol y la lluvia. A través del tiempo.

Apenas habían hablado de ellos mismos, poco sabia Clara de la vida de Diego, poco sabia él de la de ella. Pero es que hay veces en las que el saber es innecesario y carece de importancia. Sintieron ambos la necesidad de amarse, de no dejar de mirarse y dejarse llevar. Sentir y no saber ni entender...

El tren hace la primera parada, Clara se levanta de su asiento y camina por aquel pasillo que tanto le recuerda a aquella casa. Un pasillo largo, no muy ancho, ese pasillo que ella tantas veces después de aquella primera vez, había recorrido. Mira hacia arriba recordando aquellos techos altos, esos que le parecieron un infierno cuando él le dijo que se marchaba lejos a los pocos días. Clara piensa entonces que jamás había sentido el latido de su corazón tan rápido, que jamás había sentido salir las lágrimas de sus ojos sin haber podido controlarlas ni un solo instante.

Volvió a su asiento mientras el tren se ponía nuevamente en marcha. Su mirada regresó de nuevo a aquel paisaje a través de la ventanilla del 17A. No sabía lo que encontraría a su llegada, no quería saberlo, no quería llegar.

Fue difícil para ella saber porque todo cambió tan de repente. Como habían dejado de sentir para querer entender.

Finalmente el tren llega a su destino, Clara mira con extrañeza y asombro. Sale del vagón con su bolsa en la mano izquierda y mira su billete. 
Destino: Soria
Coche: 6
Asiento: 17A

Mira entonces la pared de la estación. Gira su cabeza hacia el tren parado en la vía y lee
San Sebastián
Coche: 9
Asientos  17 A 23

Su destino había sido el mar ...

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