jueves, 8 de septiembre de 2016

NO SON LOS TIEMPOS, SOMOS NOSOTROS

Me gusta madrugar por muchos motivos. En primer lugar por el silencio, no es nada fácil disfrutar de él en una gran ciudad a no ser que vivas a las afueras y este no es mi caso. Luego hay un momento sobre esta hora, las ocho, en el que el sol entra por mi ventana directamente al sofá. Es cuando yo, sentada en él estoy tomando mi te, fumando el primer cigarro del día y leyendo lo poco que me interesa ya de la prensa con mi móvil entre las manos. Como cambian los tiempos!!! Antes necesitaba el papel, mancharme las manos de negro por la tinta. Leer el periódico tenía su ritual. Si iba andado por la calle, lo hacía rápidamente y a doble página. Si estaba en casa o iba en el metro, doblaba cuidadosamente las páginas una detrás de otra hasta llegar al final. Si me sentaba en algún sitio a tomar un café, abierto de par en par. Lo leía todo, me interesaban más unas cosas que otras, pero mis ojos pasaban por todo el. Ahora, a penas algunos artículos y un par de columnas y eso con suerte. Y lo hago en mi móvil como decía.

Con cosas como estas te das cuenta; mientras el sol sigue acariciando mi pelo, como ha cambiado todo. Lo que hace veinte años era imprescindible ahora sobra por todos lados. Aquello que creíamos que nunca cambiaría se nos antoja irreconocible. Ese momento que nos hubiera gustado que durara para siempre nos produce nostalgia. Quien me iba a decir a mi!!! Piensas mientras miras de soslayo hacia atrás.

Nada es mejor ni peor, es diferente.  Fue bueno en aquel momento, se disfrutó, se creyó en ello, se luchó por ello, el hecho de haberlo conseguido o no es lo menos relevante. Te preguntas si fuiste feliz, quizá lo fueras pero ahora dudas. ¿Importa? No. Somos lo que somos por todo aquello que hemos vivido. Siempre digo que no me arrepiento nunca de lo que he hecho, ni tampoco pienso que quizá algunas cosas las hubiera hecho de otra manera. Eso es demagogia.

No son los tiempos los que cambian, somos nosotros los que vamos evolucionando y aprendiendo. Es uno de nuestros deberes. O así lo entiende esta tipa que solo anhela que el libro de su vida tenga cientos de páginas subrayadas, con miles de anotaciones en los márgenes, con dibujos y por supuesto con algunas manchas de tinta borrada. Todo vale, todo cuenta, todo suma, todo es vida.

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